viernes, diciembre 18, 2009
La navidad se siente seis días antes de Santa Claus
El cielo se está cayendo a pedazos, lo gracioso es que el cielo es gris y sus pedazos blancos.
Se escuchan campanas y cascabeles anunciando una época de armonía, una época de calor familiar, y el frió afuera no deja ni respirar el calor que uno tiene dentro.
Dicen que este final de otoño les ha sorprendido mucho más que el mediados de invierno del año pasado: por el frío, por la lluvia, por la nieve.
Lo lindo de los coches es que a pesar de que avanzan, sus pedazos de cielo se mantienen intactos en los bordes de las ventanas, en el techo, en el pedazo de parabrisas que no alcanzan a limpiar sus limpiaparabrisas; los árboles tienen hojas blancas, que lindos se ven al conjunto de su tronco café, algunas que otras hojas luchadoras aún se mantienen obstinadas en conservar su verde natural, otras se van cayendo con esta nueva lluvia de cielo gris, pedazos blancos.
Los matorrales y plantas que son pequeños vistos desde el cielo se van vistiendo, no se porqué les gusta tanto el blanco, debo admitir que se ve muy lindo todo, teñido de un mismo color: las banquetas, los techos de las casas, las calles, los coches estacionados, incluso la gente que va caminando lleva pedazos blancos de cielo gris escondidos en sus cabellos.
Me sorprendió ver como mis manos respiraban, cuando alcancé ayer a ver su vapor salir por a través de mi guante negro, incluso creí que era de mi boca y por eso mismo aguanté la respiración, pero tenía razón: mis manos también respiran y empañan el frío.
Todo se tiñe de blanco, pedazos blancos de cielo gris.
Ya no se ve la torre Eiffel desde mi casa, tendré que ir a París.
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