lunes, noviembre 24, 2008

En Medio

Se reconocieron incluso antes de saber que existían, mientras se intercambiaban miradas perpendicularmente a la velocidad del tráfico interminable, intentando cruzar el puente que sin saberlo los apartaba del otro lado de la acera. Quisieron verlo como un encuentro casual, al darse cuenta que entraron en la misma cafetería y se sentaron en mesas junto a la ventana, uno frente a la otra. Yo me encontraba en el mostrador, y ellos jamás notaron como jugaba con su futuro. Café americano con leche, dos/una de azúcar, uno a la mesa de la flor roja y otro a la de la azul...y ambos sirvieron la leche y agitaron la cuchara en la taza.
- ¿Desea algo más? - pregunté acercándome con mi libreta en mano y la pluma sobre la oreja, encajaba perfectamente en 26 años, ojos cafés, cabello castaño oscuro y una sonrisa que fingía al esconder una mueca de que le hace falta algo más que sólo su desayuno en la vida
- Dos huevos estrellados con tocino y pan tostado - respondió como si fuera ya un robot prefabricado con frases programadas para cada pregunta que le presentaran.
María atendía a la señorita, que no pasaba de los 23 años y su sonriente cara no sólo se iluminaba por estar sentada junto a la ventana; el cabello loco y suelto le caía por fragmentos sobre su rostro; llegando a la cocina intercambiando las hojas de pedido y reírnos al mismo tiempo.
Las mesas fueron servidas, las tazas de café se fueron vaciando, una más rápido que la otra: la de la mesa con la flor azul se rellenó tres veces para terminar con sus chilaquiles, y la de la mesa con la flor azul solamente dos rellenadas bastaron. Ambos pidieron las cuentas y en mis manos jgué sus cartas "La mejor carta de presentación que puedes tener, es tu sonrisa" decidí ponerle al caballero como fin de su desayuno entre los dulces empaquetados, antes de levantarse e irse éste sonrió como quien le dicen una cualidad que solo él conoce y cree que nadie más lo puede saber...y ella lo miró.
Se jugaron seis segundos la sonrisa hasta que la mirada se clavo como anzuelo en su carnada, la muchacha recibió su cuenta cuando él dejo de mirarla "Las oportunidades vienen como los huracanes: cuando llegan, no puedes evitar dejarlos pasar", tomó el dinero de su bolsa de mano y salió corriendo tras el susodicho.

Tres citas bastaron para que la felicidad se complementara de uno con el otro, las caminatas en el parque, los encuentros casuales en la fuente, los picnics en los suburbios...riendo ambos por la ironía del hecho. El primer abrazo, que provocó un viento fresco, la primera vez que jugaron con sus manos, la primera visita de éste al trabajo de ella, la primera foto de ella en la oficina de aquél, el mencionarlos con los amigos; su primer beso, su primera cita en un restaurante elegante, la primera prenda que se regalaron, el primer detalle por el que trabajaron horas y regalaron sin fecha de importancia alguna. La primera pelea, después de que ella se mudó al apartamento de él, cuando se fueron descubriendo mas íntimamente y las diferencias se empezaron a notar. El primer grito, cuando él tuvo un mal día en el trabajo y se le olvidó mencionarle lo bella que estaba sea noche; y ella giro para darle la espalda al estar acostados, y el durmió profundamente. La segunda, cuando él fue a desayunar con una compañera de trabajo y no se lo dijo, y al llegar a su oficina le mencionaron el incidente (de la visita de ésta a llevarle de comer). La tercera, cuando ella llamó a su Andrés, el que siempre le había acompañado y al comentarle lo que había sucedido a su esposo: "Nos vimos a los ojos y en lugar de llorar, reímos" a éste le molestó la compañía del antes mencionado. Intentaron que la cuarta no llegara, hablando y dejando de guardarse secretos, compartiendo de nuevo los detalles insignificantes en momentos indiferentes para convertirlos en inolvidables.

El anillo se encontró la noche que salían del cine, al ir abrazados él sabía que era la indicada, y sin esperar un segundo aprovechó que le molestaban los zapatos y quiso sentarse en una banca bajo el farol, él se arrodilló como para acomodarle los pies y le sacó la sorpresa. Y ella dijo que sí y se abrazaron, y las noches fueron más oscuras y más brillantes los días, y la boda se celebró dos meses a partir de éste hecho, y la luna de miel fue en un crucero. Despertaban uno al lado del otro y eran felices, con sus actividades diarias y seguían felices, con trabajo de más o de menos siempre había tiempo para ellos.
La vida fue pasando, se los fue comiendo, de niños hablaron pero nunca los buscaron. Él seguía con su trabajo y ella ya se había aburrido del suyo...se había cansado de servir mesas a gente desconocida, y poder jugar al destino con su clientela, ya no había frases que pudiera inventar para juntar a dos caminantes que solitariamente coincidieran en el mismo restaurante, en la misma mesa, se sentaran junto a la ventana, uno en la mesa de la flor roja y la otra en la mesa de la flor azul, y solamente el destino diera la iniciativa: "un café americano, por favor"

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