lunes, febrero 01, 2010
Quiero oír el ruido de los vochos en la calle
Me hace falta no poder dormir por el ruido de las fiestas hasta las 4am, o escuchar ya tempranito, a las 6 de la mañana, el ruido de los motores de los camiones, los claxons en las avenidas, los helicópteros rutinarios y los aviones que vuelan bajo e interrumpen las llamadas telefónicas.
Salir a la calle y escuchar ruido: de la gente, de los perros atrapados en las azoteas de las casas, del humo de los coches haciendo su propio concierto en el aire; llegar de pronto a una esquina y ver el mercado y que me atrapen con los gritos "llévele marchanta, pasele pásele güerita" y hartarme de que los albañiles griten piropos y/o chiflen cuando paso por alguna construcción.
Darme cuenta de como avanza la rutina del día para todos: escuela, trabajo, los que regresan de las discos, tráfico; a eso de las 10 u 11 no ver coche alguno zurcando por las avenidas el tiempo en que ya todos despiertan y están en sus actividades; de regreso a la salida del colegio y del trabajo, dependiendo la escuela, entre las 13 y las 15 se hacen las filas de coches afuera de las escuelas, el tráfico para llegar a recoger a sus hijos se acumula por los que salen del trabajo a comer.
Extraño ver los letreros en papel y las faltas de ortografía, o los anuncios absurdos de: "Se pintan casas a domicilo", "limpiesa de zumideros", y reírme de cuando junto a un muro blanco que tiene impreso "prohibido fijar publicidad" han pegado un cartel de un concierto.
Ah como me hace falta mi México, respirar el calor de la gente por las calles, contagiarme de las risas y sonrisas que te encuentras en cada changarro, los mejores puestos de tacos: los que están sucios, en la calle, con banquitos a su barra de aluminio o las sillas de coca-cola, los platos envueltos en una bolsa de plástico desechable y las salsas que nomás de verlas te lloran los ojos. Caminar por el centro los domingos, cuando lo cerraban, y ver padres con sus hijos en bici, o la bola de amigos que no teniendo nada mejor que hacer optaron recorrer todo el Paseo de Montejo en bici hasta llegar al Daniel Ayala a un concierto de tributo a los Beatles. Y ver los puestesitos de artesanías, las vasijas de barro, las camisas y blusas de manta, los pintores en aerosol, los hippies y sus múltiples accesorios hechos a manos, los chavos que queriendo empezar una empresa hacen sus camisetas con la impresión que preferas; los grupos de reagge, de vez en cuando de metal, las batucadas, frente a la Catedral. Las fuentes y los camellones adornados y rodeados de gente que ni caso les hace, los confidentes que adornan toda la avenida con ese blanco que le da el título a la ciudad...
Me hace falta mi México chingao !
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